La situación de los países de América Latina se deterioró durante la segunda mitad del siglo XX. Fue disminuyendo su participación en el comercio mundial, se amplió la brecha tenológica con las naciones desarrolladas, se agravaron los problemas sociales y los sistemas políticos mostraron síntomas de inestabilidad y crisis. La división del poder mundial en dos grandes bloques contribuyó a su marginación.
En el presente y en el futuro inmediato, el continente debe responder al desafío que le presenta un mundo que ofrece nuevas posibilidades, pero también nuevos peligros.
Las posibilidades están dadas por los cambios ocurridos en el panorama internacional, ya no existe ningún argumento para justificar la postergación de mejoras sociales y económicas. También es necesario aprovechar las posibilidades que otorgan las rápidas innovaciones tecnológicas sobre la economía y las condiciones de vida. Se trata entonces de utilizar todas estas condiciones para encontrar los medios para una inserción más amplia y beneficiosa en el mundo moderno.
Los problemas tienen que ver con la relación entre los grandes adelantos que ofrece el mundo moderno y sus efectivos beneficiarios, en sociedades donde existen multitudes com muy bajos recursos. En un marco así, se corre el riesgo de que sólo una parte de la población tenga acceso a la educación superior, la tecnología, la salud, la alimentación adecuada, etc., mientras el resto resulta postergado.
El desafío consiste en lograr una más equitativa distribución de los recursos en el conjunto de la sociedad.